Las lecciones que me dejó el 2020…
Termino de escribir esto a las 5:00 pm de este 31 de diciembre, mientras me preparo para hornear un pastel con las últimas manzanas navideñas en mi refrigerador.
A esta hora ya regresé de la “cena-almuerzo” de fin de año con mi familia cercana (burbuja), y ya casi me pongo la pijama. Un diciembre muy diferente si tomamos en cuenta que la tradición es amanecer de fiesta.
Pero este año no.
Este año en mi país (como en muchos) hay medidas de restricción sanitaria que debemos acatar. En pocas palabras, estar en casa antes de las 7:00 pm si no queremos pagar una gran multa.
Como dice el dúo Pimpinela en una canción… este es el año en que se detuvo el tiempo. En que pasó lo impensable. El 2020: año del COVID -19.
Lecciones que me dejó el 2020
Tabla de contenidos
Este año vivimos cerca del miedo, la incertidumbre, el estrés y la tristeza. Sufrimos como humanidad consecuencias devastadoras en cuanto a la salud y la economía.
Y eso me duele.
Pero apartándome de esta realidad lamentable, y si pudiera aislarme por unos minutos en una burbuja para conversar sobre mi 2020 personal, no puedo decir que ha sido un mal año.
He tenido unos meses muy productivos. Y sobre todo, considero que he aprendido muchísimo.
Estas son mis principales lecciones que me dejó el 2020. Te las dejo por escrito y también podés escucharme aquí:
En toda crisis hay oportunidad: la primera de las lecciones que me dejó el 2020
O como dice el dicho “en río revuelto ganancia de pescadores.” Y si no que lo digan los vendedores de alcohol en gel y mascarillas.
Yo tuve mi propia oportunidad; este año logré concretar varias metas rezagadas.
Una de ellas tiene que ver con mi salud. La cuarentena me facilitó las condiciones para poder enfocarme y, de manera online, seguir un reto de acondicionamiento físico y un plan de alimentación.
En mi trabajo me permitió el enfoque para reflexionar sobre lo que quería, terminar proyectos, iniciar otros. En fin, ordenar mi negocio.
También he podido dedicarme más tiempo a pensar en mi vida, y he llegado a una serie de conclusiones muy esclarecedoras y liberadoras. Algunas las repaso en este artículo más adelante como parte de las lecciones que me dejó el 2020.
Hay momentos en que ocurren décadas
Eso es lo que pasó este 2020 en varios campos. Pero quiero referirme a uno que se relaciona directamente con mi trabajo: la digitalización de los negocios.
Expertos explican que lo que tardaría unos 5 años más en ocurrir se dio de golpe en un solo año.
Yo misma lo viví: más negocios buscando vender online, profesionales buscando digitalizar sus servicios, etc.
Esto significó una ventaja competitiva para aquellos que ya tenían presencia en internet. Pero también una amenaza para aquellos que no.
Si hoy no estás en internet, no existís.
Y esto me lleva a una de las más importantes lecciones que me dejó el 2020.
La importancia de estar preparados
Nadie está totalmente preparado para algo como una pandemia.
Sin embargo, pude ver de primera mano como este año los negocios y profesionales que salieron a flote más fácilmente e incluso repuntaron fueron aquellos que:
- estaban avanzados en la parte digital.
- tenían capital para subsiStir
- fueron rápidos y flexibles para dar un giro en caso necesario
También vi casos de personas derrumbarse física y emocionalmente.
Estar preparados se aplica a distintos campos de nuestra vida. Implica cuidar nuestra salud, cultivar una serie de recursos emocionales como la resiliencia, tener un orden financiero, etc.
Entender esto en 2020 me hizo ver que es importante trabajar para tener estos respaldos. Y aunque hay puntos en los que considero que estoy bastante bien, entiendo que es importante reforzar otros.
La supervivencia del más fuerte
Pero… ¿quién es el más fuerte?
Hace miles de años, la respuesta era obvia. Sobrevivía el más fuerte físicamente, el más rápido. El que era capaz de cazar.
Hoy es un asunto más complejo. Y tiene que ver, como ya lo mencioné antes, con componentes emocionales y mentales. ¿Inteligencia emocional? Incluso con habilidades tecnológicas y financieras.
Durante estos meses he tenido un ejemplo extraordinario en mi propia casa: mi hijo mayor (22 años). Encontró un muy buen trabajo en una empresa extranjera (¡en plena pandemia!), consiguió una novia por internet ¡y hasta mejoró sus notas en la universidad!
La lección es evidente: todavía sobrevive el más fuerte. Pero ser fuerte hoy requiere de otras recursos que es importante trabajar. La capacidad de adaptarse y de funcionar en soledad, por ejemplo. También el poder de utilizar nuestros instintos (como el miedo).
El poder del miedo
Hablando de supervivencia…
Hace unas semanas ví en redes sociales un post de una persona que tiene bastantes seguidores, hablando sobre el miedo.
Que no debemos tener miedo, decía. Que el miedo nos paraliza y nos hace esclavos.
En los comentarios, una chica que conozco, le daba la razón. y hablaba de la importancia de ser “libres.”
Se prendieron mis luces de alerta y empiezo a pensar en esta persona. Su vida es un desastre. Es así porque su conducta es temeraria. Temeraria en sus finanzas (yo misma la he tenido que recatar un par de veces), temeraria en sus relaciones, en sus actos…
Perdón pero para mí esto no es “libertad”, es inconsciencia.
Y esto me hace pensar en el miedo. En mi opinión, es una respuesta primitiva que existe por algo. Si bien es cierto no necesitamos ser salvados de un mamut que anda por las calles, hoy en día el miedo bien gestionado es un aliado. Nos permite prepararnos.
¿Y qué tiene que ver esto con el 2020?
Que he visto esta actitud temeraria en muchas personas con el COVID-19.
No se trata de vivir dominados por el miedo. Pero tampoco bailar en medio de una carretera sin cuidado de no ser aplastados. O romper burbujas a diestra y siniestra en nombre de la libertad.
No necesito tanto… ni a tantos
Este año me convencí de que podemos funcionar de una manera mucho más sencilla y eficiente. Un minimalismo en cuanto a procesos de negocio, chunches, y si, hasta personas.
Dejé atrás proyectos que me estaban quitando mucho tiempo y energía, y cuyo balance me decía desde hace mucho que no eran rentables. Pero yo seguía apegada porque “me gustaban”. O por ese miedo tonto que tenemos de “dejar ir”.
Dije adiós a un par de “amistades”. Este fue probablemente uno de los descubrimientos pandémicos más dolorosos: las personas que en realidad aportan a mi vida se cuentan con los dedos de las manos.
También estoy en proceso de ordenar mi casa y regalar lo que no necesito y puede ser de utilidad a otros.
En 2020 depuré mi vida.
Para lograrlo, es necesario aprender a “dejar ir”.
Somos nuestra prioridad
Sí, aunque suene egoísta.
Siempre me ha llamado la atención cuando en los aviones te dan las instrucciones de seguridad. Te explican que lo primero que debes hacer si hay una emergencia es ponerte a vos mismo la mascara de oxígeno primero. Antes incluso que al ser querido al lado tuyo.
Es paradójico: puedo ayudar a otros porque me he ayudado antes.
Lo vI claro como el agua en esta pandemia. Así que hice lo que era necesario para ser fuerte y enfocarme mucho en mí: estar bien física, financiera y mentalmente.
Esto en algún momento implicó bloquear tóxicos en redes sociales, dejar de ser paño de lágrimas de personas que no reaccionaban y dejar de ayudar a quien no quería surgir. Aunque doliera.
Hacerlo me permitió estar fuerte y dar mi grano de arena a quien lo pudiera aprovechar mejor.
Creer en nosotros mismos
La verdad está dentro.
Durante este 2020 tuve largos momentos solitarios para conversar conmigo misma y aprender que muchas de las respuestas que buscamos están ahí. No las escuchamos porque no queremos, o porque nos cuesta creer en nosotros mismos.
Esto me ayudó a tomar una decisión: variar el rumbo en 2021 hacia un emprendimiento que me ilusiona. Aunque me digan que estoy loca, que me va muy bien como estoy. A pesar de la escasa evidencia. A pesar de que implica un trabajo y un proceso monumental.
Apostaré por mí en este año que viene.
Lo haré porque puedo y quiero. Porque estoy dispuesta a perder si es necesario, pero decidida a hacer que funcione.
Es un salto de fe que me puedo permitir y me hace feliz. Ya te contaré.
No controlás nada, Gaby
Otra lección como balde de agua fría.
Los que me conocen, saben que me gusta estar en control de las situaciones. En mi vida personal, a veces no la he visto fácil. En el trabajo, esta característica hasta se ha convertido en cualidad. Y funciona.
Pero si algo me ha quedado claro en estos meses es que hacemos el ridículo pretendiendo que controlamos nuestra vida.
Sí, podemos hacer planes. Podemos organizarnos. Pero tener el control ni de broma. Un día llega un bichillo invisible y al diablo con los planes. Es lo que es.
Esto que parece ser una cruel revelación, se convirtió en un regalo. Porque me llevó a otra conclusión: debo aprovechar el “hoy.” Esa idea tan trillada, pero que a la hora de aplicarla no es tan sencilla.
Esta conciencia de disfrutar lo que tengo me ha hecho más feliz. Y si lo vemos detenidamente, es un arma para sobrevivir y una de las lecciones que me dejó el 2020.
Cuando hay un plan es más sencillo
Amo la estrategia. Mi trabajo se basa en ella.
Y sí he confesado en el punto anterior que no podemos planearlo (controlarlo) todo. Un plan no nos hace infalibles.
Pero… aún así es un recurso muy importante. Parte de la fórmula del éxito:
Trabajo + dirección correcta + persistencia = éxito
Un plan te ayuda a apegarte a lo que querías conseguir. Es como una tabla de salvación en medio de un mar turbulento. Es lo que te mantiene en rumbo cuando falla la motivación. La brújula o mapa que te devuelve a tu camino cuando te has perdido.
Yo me aferré a esa tabla muchas veces durante este 2020. Aunque es algo que ya dominaba, lo considero una lección pandémica porque nunca lo había vivido tan real como en estos meses de locura.
No todo lo que brilla…
Dice un dicho que el poder y las crisis sacan al verdadero yo. Yo agregaría que la ilusión de las redes sociales y el confinamiento ayudan bastante.
Trabajo en las redes sociales. Por ello tengo muchos y diversos contactos y amigos. Y lo que he visto estos meses es devastador. Tanto, que llegó un momento (en setiembre) en que decidí usar un nuevo perfil de facebook para trabajar y dejar de ver ciertos comentarios.
El nivel de desinformación y odio es brutal.
Pero no solo en redes sociales. Personas que consideraba buenas y equilibradas han dado su peor cara este 2020. No han sido pocas mis decepciones este año.
Quiero creer que se compensa con tantos otros casos de personas buenas que han mostrado su lado caritativo y empático. Pero lo confieso: por momentos he perdido mi fe en la humanidad.
Pero, ¿qué es lo positivo de esto?
Bueno, sin ánimos de hilar muy delgado, creo que me ha convertido en una persona más precavida y selectiva. Además me dio perspectiva: ya me es más difícil admirar sin reparo los postureos en redes sociales.
Lo que de verdad es importante: la mejor de las lecciones que me dejó el 2020
A pesar de que ha sido un buen año para mí, por supuesto he tenido (como todos) mis momentos de dolor. Si soy honesta, prefiero el aprendizaje más lúdico y divertido, pero no puedo negar que a veces el dolor y la tristeza pueden enseñarnos también.
Si tuviera que escoger un aprendizaje del 2020 y de nuestro compañero invisible de estos meses, es la perspectiva de lo que realmente importa. Y lo puedo resumir en 4 palabras:
- Salud. Que sencillo se nos hace a veces simplemente estar sanos. El COVID-19 nos reveló que la salud es un privilegio que debemos valorar.
- Personas. Esas que amamos y que antes del 2020 podíamos abrazar, besar.
- Libertad. ¿Cuánto vale el simple hecho de poder salir a tomarse un café?
A veces (muchas veces), lo más importante se encuentra en las pequeñas cosas. Quizá no lo apreciamos lo suficiente porque lo damos por sentado. Como leí por ahí en internet:
“Eramos felices y no lo sabíamos…”
Adiós año viejo. Hola lecciones que me dejó el 2020.
Excelente artículo. La felicito y le deseo lo mejor este año que recién inicia y siempre.
Fabio… se me había traspapelado este comentario tan halagador. Descubrirlo en un día como hoy me ha sacado una sonrisa… gracias 🙂